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Greenwashing

Publicado el 16/10/2019

¿Qué pasa cuando sumás ganas de adquirir lo que sea necesario para ser felices a ganas de ser amables con el planeta y le restás cualquier regulación estricta al uso de ciertas palabras? Como está de moda, y mucha gente va a comprar con buenas intenciones, y no hay ningún organismo gubernamental que prohíba el uso de ciertas etiquetas en paquetes… Explotan los almacenes de productos eco-eco-eco verdes, ¡mucho más naturales!, biodegradables, SUSTENTABLES, ecologiquísimos, y un poco más verdes porque cuanto más verde mejor, verde vida y verde eco (y al final, verde es mucho más barato que celeste, ni siquiera rima con “que le cueste”).

Total, pintar de verde es una decisión de diseño gráfico, qué es “natural” y qué es “artificial” es un dilema filosófico y nadie va a venir a censurarnos el nombre, todo es técnicamente biodegradable si se le da suficientes miles de años y las condiciones súper específicas necesarias, ecológico suena lindo pero no tiene ninguna definición precisa así que la podemos usar con toda la libertad que se nos cante, y siempre podemos meter flechitas en círculo para que la gente piense en reciclaje, aunque después resulte que estos materiales no se reciclan en este país (eso no significa que no sean “reciclables”, y las flechitas en círculo son otra decisión de diseño gráfico).

“Greenwashing”: la estrategia de marketing de la era de la crisis ambiental. El “lavado verde” (o “barnizado verde”) le pega etiquetas y le pincha nombres que suenan amables con el planeta a CUALQUIER COSA. Porque vende. Y vende porque… somos gente amable que quiere a su planeta… pero igual necesitamos comprar cosas.

PERO

¿Da lo mismo cualquier compra? NO. ¿Vale algo intentar cambiar hábitos individuales de consumo? ¡SÍ! Muchísimo. La trampa del greenwashing está justamente acá: en que sí existe una diferencia. Aunque no sea suficiente, aunque no sea la solución, aunque la sustentabilidad jamás será algo que podremos adquirir con billetes, sí existe una diferencia entre una elección u otra. Entre comer más o menos carne, entre comprar descartables o lavar y reutilizar, entre ir en auto privado o compartir viajes, entre compostar o tirar residuos orgánicos a la basura, entre reparar o comprar nuevo: EXISTE. Lo que también, claramente existe, es el deseo colectivo de elegir lo mejor. Existe el deseo de aportar, de colaborar, de participar para mejorar.

Y donde existe un deseo… Existe una oportunidad de venta.

Lo sabe quien diseña las góndolas del supermercado, quien diseña los empaques, quien arma la página web, quien programa los algoritmos de las redes sociales y quien organiza dónde va cada afiche en la calle. Toda gente que dedica muchísimos años de intenso estudio a comprender cómo comunicar, cómo llegar, cómo persuadir, cómo seducir, cómo invitar, cómo vender. Nunca nos venden un producto, porque no es el producto lo que realmente queremos. Lo que realmente queremos es ser más felices, tener salud, divertirnos, vivir muchos años, tener comodidad, que nuestros hogares luzcan bien en fotos, divertirnos… Desde el perfume más elegante hasta el papel higiénico más básico: los compramos porque queremos todo lo otro que viene asociado y, cuando vemos publicidad, nos están vendiendo todo el resto. Ahora, también, porque es lo que queremos, nos están vendiendo sustentabilidad.

PERO

Así como no se podía salvar el mundo con un calefón solar de botellas recicladas… La sustentabilidad no se podrá comprar.

PODEMOS:

cuestionar nuestros hábitos de consumo, investigar posibilidades e intentar optar de la manera más responsable que esté a nuestro alcance (esto variará según nuestras circunstancias personales).

NO PODEMOS (ni podremos nunca):


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