Ver todas las publicaciones

Día Mundial del Clima: ¿qué hacemos cuando las papas queman?

Publicado el 26/03/2024

 

¿Consultas mucho más las alertas del servicio meteorológico? ¿Cuándo salís de casa llevás mil cosas para cuidarte del sol, el calor y los mosquitos? ¿Se te va un presupuesto enorme en repelente? Tormentas severas más intensas y frecuentes, olas de calor cada vez más extensas, inundaciones, epidemias como el dengue, están afectando nuestras vidas, ciudades y economías. Pero esto no debería sorprendernos para nada. 

La comunidad científica nos viene advirtiendo desde el siglo pasado que estas eran las consecuencias de romper el clima. Ya estamos viviendo los efectos del cambio climático.

 

Ahora sí. Abordar las causas del cambio climático es imprescindible, pero también se torna urgente que los gobiernos tomen medidas de adaptación para nuestras ciudades. ¿Es posible que eso suceda en la Argentina de hoy? ¿Qué podríamos hacer desde nuestro lugar como ciudadanía? 

La crisis climática -así como la pérdida masiva de biodiversidad, la contaminación por plásticos de los océanos, el agotamiento de los recursos energéticos y casi todos los problemas ambientales globales que vivimos hoy- no se revierte cambiando el cepillo de dientes de plástico por uno de bambú ni subiendo las escaleras en lugar de usar el ascensor… y es que no se trata simplemente de pequeños hábitos cotidianos individuales.

 

Repasemos las causas del problema.

El cambio climático es antrópico (causado por la actividad humana) y se explica principalmente por las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, que hacen que nuestra atmósfera retenga más energía, generando un aumento de la temperatura. ¡Si! como un invernadero, por eso el nombre, la única pequeña diferencia es que no estamos hablando de la temperatura de una casita de vidrio o plástico de 4m 2 sino de la temperatura media global y que hay más energía retenida en el planeta hace que se desconfigura la circulación atmosférica y oceánica que venía seteada en los últimos millas de años, osea, que cambian los patrones climáticos, “rompiendo” el clima.

 

La mayoría de las emisiones de estos gases de efecto invernadero provienen del consumo de energía. ¿Por qué? Porque básicamente tanto en Argentina como a nivel mundial encontramos que más del 80% de la energía que se usa proviene de combustibles fósiles (gas, petróleo, carbón).

Ojo. Tampoco es cuestión de cambiar de lugar el enchufe de fuentes fósiles a renovables, no se hace una transición energética así no más y hay muchas cosas más que considerar más allá de dónde viene la energía. Especialmente, tendríamos que pensar quiénes y para qué la consumen, porque ni con todas las renovables del mundo -literalmente- llegaríamos a cubrir la demanda energética que tenemos hoy.

Sumado a esto, tenemos otras emisiones provenientes de los cambios de uso del suelo, que es una forma elegante de decir hacer pelota los humedales, los bosques, los pastizales y cuanto ecosistema nativo nos cruzamos para reemplazarlos por cultivos y pasturas (osea, para agricultura y ganadería). Los ecosistemas son sumideros naturales de carbono (porque los cuerpos de los seres vivos en este planeta están hechos de carbono) y además desempeñan funciones que regulan las condiciones climáticas. Previenen inundaciones, conectan el agua entre el suelo y la atmósfera que sostiene ríos voladores, amortiguan las temperaturas extremas, entre un montón de otras cosas. Tener un río como el Paraná al lado nuestro con semejante sistema de humedales nos refresca la existencia, incluso cuando no estamos metiendo las patas en el agua.

¿Por qué como humanidad llegamos a esto?

No se trata de maldad pura, no estamos haciendo un casting global para demostrar que merecemos que nos adopte con orgullo el señor Burns o que podríamos reemplazar a Sauron en el Señor de los Anillos.

Por suerte, tampoco es que los humanos seamos una plaga. No, no somos una manga de langostas que devoran todo a su paso o se mueren. Si hacemos los números (en términos biofísicos) este geoide maravilloso perdido en el medio (o en un costado) del espacio tiene tierra, agua, aire y vida suficiente como para que todas las personas podamos vivir bien. No sobra nadie en la Tierra, hace años que la producción de alimentos alcanza para que todas las personas comamos si distribuimos de otra manera.

 

El problema no es que la Tierra nos queda chica, sino cómo encontrar salida dentro de un sistema económico que, para no tirarnos de cabeza por debajo de la pobreza, necesita incrementar la producción constantemente, aumentando la energía total consumida y las tierras destinadas a la producción agropecuaria.

 

 

¿Y entonces qué hacemos?

 

A nivel global, nacional y regional, tenemos que organizarnos y dar debates de fondo sobre nuestros sistemas de producción, distribución y consumo, para qué y para quiénes producimos lo que producimos y cómo lo hacemos. Se puede producir lo que necesitamos sin romper todo y estas son algunas de las discusiones que se dan en distintos puntos de nuestro país y de Latinoamérica cuando se rechazan los extractivismos.

La lucha contra la emergencia climática supera lo individual y merece proteger la vida en comunidad. A estos debates sobre el sistema que queremos para vivir hay que acompañarlos con prácticas que nos muestren que es posible hacer las cosas de otra forma y que den respuestas a los problemas que estamos viviendo hoy. Hay que exigir que los distintos gobiernos tomen las medidas necesarias mientras fortalecemos los lazos comunitarios. 

La crisis que atravesamos es civilizatoria y es parte del consumo extremo que nos ha llevado a un individualismo despiadado. Aunque parezca algo romántico, todas las personas necesitamos de otras y esta causa mundial nos llama a organizarnos colectivamente por la salud socioambiental. Desde aquí tenemos un montón para hacer.

Sostener la producción agroecológica de alimentos en nuestro periurbano es crucial para tener alimentos sanos y suelos capaces de retener el agua de las lluvias torrenciales. Los colectivos de periodistas que trabajan por la salud informativa, brindando información certera y visibilizando las problemáticas ambientales son clave para movilizar a la sociedad. Las organizaciones que protegen y restauran ecosistemas, como los humedales o de bosques que quedan en las cercanías de nuestra ciudad, garantizan que haya espacios para la biodiversidad, de la que depende la producción de alimentos, la calidad del aire y la regulación de la temperatura para no sofocarnos (tanto) en la próxima ola de calor.

Estos son sólo algunos ejemplos de la importancia de la participación y la organización y de algunas de las causas a las que podemos aportar desde lo local. Hay muchos más.

 

 

Está a la vista. No es momento de aislarnos, es momento de encontrar soluciones comunes. 

 

 

 

 

 

Ver todas las publicaciones

¿Te interesa lo que te contamos?

¡Hacé click aquí abajo y enterate de más!


COLABORAR